Mi cumpleaños es el 23 de abril. Probablemente, esta no sería una fecha relevante para la mayoría de las personas, pero mis padres son escritores… y supersticiosos.

Desde niño, siempre me han presionado para que escriba y me han metido en todos los cursos y concursos que han encontrado desde que tuve la habilidad necesaria para agarrar un lápiz. A pesar de eso, nunca he ganado nada, ni un reconocimiento, ni un premio, ni siquiera que un juez se acerque discretamente a decirme que mi texto fue muy bueno, pero que me faltó pulir ciertas partes. La verdad es que a nadie le interesa lo que escribo, ni siquiera a mí, únicamente a mis padres, por ellos he escrito toda mi vida, por ellos inicié la carrera de Creación Literaria, en lugar de estudiar Química, por ellos he ido a innumerables congresos en donde lo único que aprendo es que los escritores solo buscan hablar de sí mismos mientras fingen que hablan de las obras… o, en realidad, de cualquier cosa.

Mi cumpleaños es el 23 de abril y siempre he recibido libros de regalo, no rosas, no dragones de juguete, mucho menos espadas; pilas y pilas de libros que ocupaban más de la mitad de mi habitación. –Sobre todo, debes conocer a Cervantes –me decía mi mamá, mientras ampliaba la montaña de los “clásicos” con varios libros nuevos, que jamás serían leídos (al menos no por mí).

No me dejan irme de casa, dicen que si me mudo puedo perder el hábito de la escritura y que los problemas del mundo pueden absorberme tanto que me impedirán escribir como hasta ahora. Quizá tengan razón, considerando que actualmente me obligan a escribir de cuatro a cinco horas diarias. ¿Qué escribo en ese tiempo? No mucho, a veces finjo estar creando una nueva novela, pero me pongo a investigar cosas que realmente me interesan.

Mi cumpleaños es el 23 de abril, y a pesar de que tengo 425 libros en mi habitación, (más todos los demás que hay por el resto de la casa y que mis papás se encargan de repetir una y otra vez que “puedo tomarlos cuando quiera”) he leído cinco en toda mi vida:

El Conde de Montecristo de Alejandro Dumas

Drácula de Bram Stoker

Frankenstein de Mary Shelley

El extranjero de Albert Camus y

El nombre de la rosa de Umberto Eco

Ese último libro fue parte de mi regalo de cumpleaños del año pasado, mi cumpleaños 19. –¡Mira qué belleza! ¡Al fin conseguimos la edición especial que tanto estuvimos buscando! Vas a ver que este libro va a ser el inicio de tu gran carrera. –dijo mi padre entusiasmado cuando me lo entregaron. Yo lo coloqué en la pila de “bonitos” y no volví a saber de él, hasta que, semanas después, mientras fingía escribir un nuevo libro, encontré por casualidad una reseña en internet.

Mi cumpleaños es el 23 de abril, y siempre he vivido a la sombra de personas cuya vida ni siquiera me interesa, pero ya estoy muy cerca de encontrar la forma de librarme de toda esa carga que se me ha impuesto desde hace casi 20 años.

Llevo meses escribiendo este libro, creo que ni siquiera es tan malo como los anteriores, el deseo de libertad me inspiró más que cualquier clase en estos años. Ya sólo me falta el último capítulo, debo cuidar que sean, al menos, unas 15 páginas, para que valga la pena todo este trabajo. Simplemente hacer la tinta me tomó más de tres meses, pero estoy seguro de que valdrá la pena. Si no fuera por lo rápido que se me cansa la mano derecha, podría haber terminado mucho más deprisa, pero necesito asegurarme de que la cantidad de líneas sea exacta. Mis padres aún son de esas personas que siguen el texto marcándolo con el dedo, y cada cierto tiempo, se lo llevan a la boca, no solo para cambiar la página, a veces lo hacen por desaprobación, o simplemente por aburrimiento.

Mi cumpleaños es hoy, 23 de abril, y esta noche al fin podré liberarme de esa carga. Mis padres me esperan en la sala para empezar a leer mi obra maestra. La que definitivamente iniciará mi fama internacional… y el último libro que tendrán en sus manos.