Escuchas un grito al fondo. El guía sigue hablando con normalidad, la gente está atenta a lo que dice, parece que nadie más lo escuchó. Ahí está de nuevo, es el grito de un niño pequeño, no puedes creer que nadie más lo escuche. ¿de dónde vendrá?

Llegan al final del recorrido, aunque tratabas de escuchar la explicación final, no puedes dejar de prestar atención a esos gritos que se hacen cada vez más fuertes.

—Por desgracia, el resto del recinto se encuentra cerrado, debido al desafortunado incendio que ocurrió hace 23 años...

—Disculpe, ¿la leyenda es cierta? — Interrumpió una mujer que se encontraba cerca de las ventanas, tratando de observar hacia la parte afectada.

—Lamentablemente, en ese incendio sí fallecieron una trabajadora y su hijo. A veces los guardias cuentan que los han visto en las noches, pero a mí nunca me ha pasado nada.

Los gritos hacen que te duela la cabeza, presiones tus manos con fuerza sobre tus orejas, pero no logras callarlos, cierras los ojos y tratas de respirar hondo, pero sientes que te ahogas. Abres los ojos y, de inmediato, sientes el calor intenso, el ruido de las chispas, el humo saliendo por los vidrios rotos y los barrotes ennegrecidos. Tu hijo está debajo de la mesa, completamente inmóvil. Sabes que no hay forma de salir, lo tomas de la mano y recargas su cabeza sobre tu pecho, tratas de calmarlo con su canción favorita, mientras observas como todo se consume a su alrededor.