Relatos de ansiedad 2
Ya pasaron dos, solo faltan otros dos antes de que me toque exponer a mí... quedan 30 minutos de clase, tal vez si Karla tarda tanto tiempo como acostumbra ya no tenga que pasar yo.
Siento cómo mis manos sudan, como aumenta mi respiración, parece como si mi corazón quisiera salir de mi pecho... ¡Basta! El psicólogo me dijo que no tengo que concentrarme en los síntomas, necesito respirar... Inhala... uno, dos, tres, cuatro, cinco... Maldita materia, para colmo es la profesora más culera, yo no sé por qué siempre tiene que dejar exposiciones, ¿no puede evaluar con un examen o con un ensayo como el resto? Odio exponer, la última vez me desmayé y no soporté asistir a la escuela durante toda la semana, seguro que mis compañeros todavía se acuerdan, por eso nadie me habla, por eso todos me ignoran, por eso siempre tengo que pasar los descansos leyendo, escribiendo, o dibujando, fingiendo que no me importa que el resto me vea como una cucaracha...
— Jorge, tienes ocho, la próxima vez profundiza más en la investigación. ¡El que sigue!
Es turno de Karla, ella es mi esperanza, le encanta que la vean, le encanta hablar. Me cae bien por eso, las pocas veces que me ha dirigido la palabra, acapara la conversación y no tengo que decir nada... Seguramente cree que soy idiota por no decir nada, seguro por eso van dos semanas que no me dice nada, ¿qué hice mal para que ella también me deteste? Yo creí que al menos le agradaba un poco... Espera... se supone que estaba respirando. ¡Maldita sea! De nuevo no puedo controlarme, ya siento cómo empiezan a temblarme las piernas y los brazos, empieza a costarme trabajo respirar... Todo es mental, recuerda, nada es real, concéntrate... Te prometiste que esta vez lo lograrías. Vamos de nuevo. Inhala... Uno, dos, tres, cuatro, cinco...
— Me sorprende, Karla, regularmente estás mejor preparada, ni modo, tienes un siete. ¿Quién sigue?
¡No puede ser! Después de él sigo yo. ¿Por qué Karla habló tan poquito? Ricardo es un idiota, nunca tiene preparado nada, ya es prácticamente seguro que reprueba y no creo que esta vez haya decidido esforzarse. Ya valió, a lo mucho va a decir pendejadas por cinco minutos y luego me toca... ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Aún no! ¡No he logrado calmarme! El sudor de las manos, el temblor de las piernas y los brazos, el vacío en mi estómago, el corazón que late como si quisiera abandonar mi cuerpo, la respiración pesada y dolorosa que me hace sentir como si cada vez que entra aire en mis pulmones fuera como si los atacara con un erizo, las manchas grises de los ojos, no veo, todo se pone borroso, siento que todos me miran, ¿por qué me miran si todos me odian? No puedo exponer, no recuerdo nada, no puedo moverme, la profesora me está viendo, ¿es mi turno? No siento las piernas, tengo la boca seca, ¡Me voy a morir! ¿qué nadie se da cuenta? A nadie le importo, ya lo he comprobado muchas veces. ¡Dejen de verme! ¿tan desagradable les parezco? Olvidé respirar... ¡Inhala, carajo! Uno, dos, tres...
El hospital... otra vez, dicen mis padres que me desmayé de nuevo en la escuela... Odio todo esto ¿por qué todos los demás hacen que parezca tan fácil? No quiero hablar con nadie... Los odio a todos y me odio a mí más que a nadie... Estoy hasta la madre de sentirme así... La próxima vez... juro que la próxima vez conseguiré hacerlo...