Georgina camina hacia su casa cuando de pronto: ¡plop! ¡plop! ¡plop, plop! ¡plop, plop, plop! La tormenta comienza a caer ruidosamente sobre su cabeza.

Abre su mochila y busca por todos lados, pero nada, justo hoy dejó el paraguas en casa.

No muy lejos de ahí, en una casa aparentemente vacía, hay un pequeño paraguas tomando chocolate caliente frente a la ventana.

– ¡Ah! ¡Esto sí es vida! –Dice entre sorbos – Al fin no soy yo el que regresará a casa todo mojado.