Hoy es una noche especial. En una habitación de un solitario hotel hay una feliz pareja que charla despreocupada mientras espera a que llegue el servicio al cuarto.
Deciden cenar temprano, antes del crepúsculo. Hablan y beben sin prestar atención al paso del tiempo. Poco a poco se acercan más el uno al otro, hasta que distinguen un rayo de luz que cruza la ventana. Ella sonríe seductoramente.
A los pocos minutos ya solo hay jirones de ropa volando por todos lados, tiran de la mesa la poca comida que quedaba, la cama se vuelve un campo de batalla, se escuchan gritos ahogados, gruñidos y gemidos que seguramente traspasan la habitación.
Después, silencio. La luz apagada, tranquilidad absoluta, solo interrumpida por el sonido de una respiración agitada.
Las primeras luces de la mañana iluminan la ciudad y la mujer, ya bien vestida y peinada, toma su bolso y sale de ahí discretamente. Todos los meses es lo mismo, limpia la sangre que quedó en su zapato y continúa su vida normal, en espera de la siguiente luna llena.